martes, 31 de enero de 2012

Como segundos entrecortados

Quiero decir
al árbol derretido
de las letras que un día le gritaron,
al pronombre que sale fuera
de la frase transitiva,
a la mano que un día alguien soltó;
decirles
que ellos también envejecen
a base de calendarios lentos
a base de épocas cubiertas
con días taladrados.

Quiero decirle
que está desnudo
que ya no cumple ninguna función sintáctica
que a su lado ya nadie camina
por culpa del tiempo tan mal entretenido.

Y que me lo diga a mí también,
que aún no me lo creo.

lunes, 23 de enero de 2012

El final sobre un rascacielos

Ante mí, la ciudad desnuda y callada
en una noche soleada y nevada
con cientos de estrellas que vagan inmóviles
sobre nuestras cabezas.

Ante mí, sin rumbo
la extensión, la pérdida del punto fijo
y decenas de edificios con su cara, su cruz
y su parte lateral, tu parte.

A lo lejos, la luz de una casa, aún sin determinar, se apaga.
A la ciudad no le importa,
pero yo lo presiento.
Ante mí, un todo y nada.

Tú cierras los ojos, apagas lo que ya no existe.
Como un reloj que ya ha contado suficiente.
Como los besos que un día me regalaste,
como ideas desordenadas.

sábado, 21 de enero de 2012

La vida y la muerte se entrelazan

Estamos hechos de sueños,                   Haz
 de espirales                                           reacción en ti
  de gritos.                                               rehaz, deshaz.

    Estoy hecha de libertad                        y sentimientos hermanos gemelos.

     Estás hecho de mis besos
      y de tus sonrisas.


No queda ni gota de atardecer                  
                                                     en esta ciudad de luces artificiales de semáforo
 aunque si vuelvo la vista atrás puedo ver      
                                                               que estás hecho de recuerdos grabados por el sol.

sábado, 14 de enero de 2012

Romero sólo

A los que ya no están,
en este catorce de enero,
y a los que están
porque la poesía
viaja a todas partes


Ser en la vida romero,
romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero, romero..., sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa, ni la losa de los templos
para que nunca recemos
como el sacristán los rezos,
ni como el cómico viejo
digamos los versos.
La mano ociosa es quien tiene más fino el tacto en los dedos,
decía el príncipe Hamlet, viendo
cómo cavaba una fosa y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
No sabiendo los oficios los haremos con respeto.
Para enterrar a los muertos
como debemos
cualquiera sirve, cualquiera... menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia. Tan bien como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo.

Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo.
Pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.

Sensibles a todo viento
y bajo todos los cielos,
poetas, nunca cantemos
la vida de un mismo pueblo
ni la flor de un solo huerto.
Que sean todos los pueblos
y todos los huertos nuestros.

León Felipe

domingo, 8 de enero de 2012

Silencio, acabado

Pero sin un final
como lo eterno
como lo infinito
como aquella historia que perdió su principio.

Pero sin sonido
como los lloros contenidos
como rectas paralelas que no sufren.

Y si llega,
que sea un final matemático, exacto,
un final que no sea el principio de nada.

Un final que duerma en los recuerdos
no conscientes de mi pasado,
que sea un final azul,
que se instale en las hojas raídas de la indiferencia.

Que no surja bajo las ventanas del odio.