Odio los pronombres
y los tiempos verbales:
el maldito futuro perfecto
y el pretérito imperfecto
de verbos irregulares.
Recoge nuestro paralelismo,
píntalo con metáforas,
congélalo en rima consonante.
Enseña a las palabras a permanecer en presente
hasta que el tiempo envejezca su tinta.
Enseñáselo a un tequiero.
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