Entre los juncos que reptan sin equilibrio,
crece la maleza húmeda y esperanzada
y sobreviven los árboles que siempre me han susurrado
lo que deseaba escuchar.
Entre este paisaje celestial
navega mi río, mi agua.
Lo he visto crecer,
lo he visto mudar
y he sentido que nadie lo conocía
que nadie lo mimaba
sino él mismo.
Ayer
unos rayos de sol
cayeron sobre su fondo.
Ahora brillan,
en forma de cristales enamorados.
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